Donde comienzas tú (de Julia de Burgos)



Julia de Burgos


.
.Soy ola de abandono,
derribada, tendida,
sobre un inmenso azul de sueños y de alas.
Tú danzas por el agua redonda de mis ojos
con la canción más fresca colgando de tus labios.
¡No la sueltes, que el viento todavía azota fuerte
por mis brazos mojados,
y no quiero perderte ni en la sílaba!


Yo fui un día la gaviota más ave de tu vida.
(Mis pasos fueron siempre enigma de los pájaros)
Yo fui un día la más honda de tus edades íntimas.
(El universo entero cruzaba por mis manos)
¡Oh día de sueño y ola!
Nuestras dos juventudes hacia el viento estallaron.
Y pasó la mañana,
y pasó la agonía de la tarde muriéndose en el fondo de un lirio
y pasó la alba noche resbalando en los astros,
exhibiéndose en pétalos
y pasó mi letargo...
Recuerdo que al mirarme con la voz derrotada,
las dos manos del cielo me cerraron los párpados.


Fue tan sólo una ráfaga,una ráfaga húmeda que cortó mi sonrisa
y me izó en los crepúsculos entre caras de espanto.
Tú nadabas mis olas retardadas e inútiles,
y por poco me parto de dolor esperando...
Pero llegaste, fértil,
más intacto y más blanco.
Y me llevaste, épico,
venciéndote en ti mismo los caminos cerrados.


Hoy anda mi caricia
derribada, tendida,
sobre un inmenso azul de sueños con mañana.
Soy ola de abandono,
y tus playas ya saltan certeras, por mis lágrimas.
¡Amante, la ternura desgaja mis sentidos...
yo misma soy un sueño remando por tus aguas!


Julia de Burgos
 (Puerto Rico 1914-1953)



Otro poema de Julia de Burgos declamado por Marilyn Pupo

Nocturno (de Oliverio Girondo)

.
Oliverio Girondo



Nocturno

Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.


¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los patios vacíos?

Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.


A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.


Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.


Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.


Oliverio Girondo