A mano amada (Ángel Gonzalez)










A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más  negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
                                                                   otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
                                          me reclaman.

Reconozco los rostros.
                                                No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
                                            la memoria.




Ángel Gonzalez

 


Canción de mi pena dormida (Julia de Burgos)



 

Con los ojos cerrados
amplia de voces íntimas
me detengo en el siglo de mi pena dormida.
La contemplo en su sueño...
Duerme su noche triste
despegada del suelo donde arranca mi vida.
Ya no turba la mansa carrera de mi alma
ni me sube hasta el rostro el dolor de pupilas.

Encerrada en su forma,
ya no proyecta el filo sensible de sus dedos
tumbándome alegrías,
en la armonía perfecta de mi canción erguida.
Ya no me parte el tiempo...

Duerme su noche triste
desde que tú te anclaste en la luz de mis rimas.
Recuerdo que las horas se rodaban en blanco
sobre mi pena viva,
cuando corría tu sombra por entre extrañas sombras,
adueñado de risas.

Mi emoción esperaba....
Pero tuve momentos de locura suicida.
Un agitado viento de esperanza
parece que me anuncia tu regreso.
Entre el fuego de luna que me invade
alejando crepúsculos te siento.
Estás aquí. Conmigo.
Por mi sueño.

¡A dormir se van ahora mis lágrimas
por donde tú cruzaste entre mi verso!


Julia de Burgos



Hay ojos que sueñan (de Miguel de Unamuno)

 

Miguel de Unamuno


Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,
hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,
hay ojos que ríen -risa placentera,
hay ojos que lloran -con llanto de pena,
unos hacia adentro -otros hacia fuera.

Son como las flores -que cría la tierra.
Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa,
los que están haciendo -tu mano de hierba,
me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan,
me ríen rientes -risa placentera,
me lloran llorosos -con llanto de pena,
desde tierra adentro, -desde tierra afuera.

En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,
vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera,
en tus ojos muero, -mi casa y vereda,
tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.



Miguel de Unamuno



Llueve (Pablo Neruda)

Pablo Neruda



Llueve
sobre la arena, sobre el techo
el tema
de la lluvia:
las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno,
la sal de cada día:
regresa lluvia a tu nido anterior,
vuelve con tus agujas al pasado:
hoy quiero el espacio blanco,
el tiempo de papel para una rama
de rosal verde y de rosas doradas:
algo de la infinita primavera
que hoy esperaba, con el cielo abierto
y el papel esperaba,
cuando volvió la lluvia
a tocar tristemente
la ventana,
luego a bailar con furia desmedida
sobre mi corazón y sobre el techo,
reclamando
su sitio,
pidiéndome una copa
para llenarla una vez más de agujas,
de tiempo transparente,
de lágrimas

 


Pablo Neruda




Y aún así me levanto (de Maya Angelou )

 

Maya Angelou




Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas mentiras,
puedes aventarme al fango
y aún así, como el polvo… me levanto.

¿Mi descaro te molesta?
¿Por qué estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque camino
como si fuera dueña de pozos petroleros
bombeando en la sala de mi casa…

Como lunas y como soles,
con la certeza de las mareas,
como las esperanzas brincando alto,
así… yo me levanto.

¿Me quieres ver destrozada?
cabeza agachada y ojos bajos,
hombros caídos como lágrimas,
debilitados por mi llanto desconsolado.

¿Mi arrogancia te ofende?
No lo tomes tan a pecho,
Porque yo río como si tuviera minas de oro
excavándose en el mismo patio de mi casa.

Puedes dispararme con tus palabras,
puedes herirme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio,
y aún así, como el aire, me levanto.

¿Mi sensualidad te molesta?
¿Surge como una sorpresa
que yo baile como si tuviera diamantes
ahí, donde se encuentran mis muslos?

De las barracas de vergüenza de la historia
yo me levanto
desde el pasado enraizado en dolor
yo me levanto
soy un negro océano, amplio e inquieto,
manando
me extiendo, sobre la marea,
dejando atrás noches de temor, de terror,
me levanto,
a un amanecer maravillosamente claro,
me levanto,
brindado los regalos legados por mis ancestros.
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.
Me levanto.
Me levanto.
Me levanto.



Maya Angelou






Muros ( Constantin Kavafis)

 

 Constantin Kavafis




Sin consideración, sin piedad, sin vergüenza
han construido grandes y altos muros a mi alrededor.

Y ahora me siento aquí, desesperado.
No pienso en otra cosa: este destino roe mi mente;

pues tenía muchas cosas que hacer afuera.
¿Y por qué no los vi cuando levantaban los muros?

Pero nunca escuché el ruido o sonido de los constructores.
Imperceptiblemente me encerraron, fuera del mundo.



Constantin Kavafis



Nos desnudamos (de Fabio Morábito)

 Fabio Morábito




Nos desnudamos tanto
hasta perder el sexo
debajo de la cama,
nos desnudamos tanto
que las moscas juraban
que habíamos muerto.

Te desnudé por dentro,
te desquicié tan hondo
que se extravió mi orgasmo.
Nos desnudamos tanto
que olíamos a quemado,
que cien veces la lava
volvió para escondernos. 


Fabio Morábito


"Los heraldos negros" (de César Vallejo)

 


César Vallejo




Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!



César Vallejo




Si muriera esta noche (de Idea Vilariño)

 

 Idea Vilariño



Si muriera esta noche
si pudiera morir
si me muriera
si este coito feroz
interminable
peleado y sin clemencia
abrazo sin piedad
beso sin tregua
alcanzara su colmo y se aflojara
si ahora mismo
si ahora
entornando los ojos me muriera
sintiera que ya está
que ya el afán cesó
y la luz ya no fuera un haz de espadas
y el aire ya no fuera un haz de espadas
y el dolor de los otros y el amor y vivir
y todo ya no fuera un haz de espadas
y acabara conmigo
para mí
para siempre
y que ya no doliera
y que ya no doliera


Idea Vilariño

 


"Arte poética" (de Vicente Huidobro)


Vicente Huidobro




Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh, Poetas!
hacedla florecer en el poema;

Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el Sol.

El Poeta es un pequeño Dios.




Vicente Huidobro


Si me quieres, quiéreme entera (de Dulce María Loynaz)


Dulce María Louynaz


Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!

Si me quieres, no me recortes:
¡quiéreme toda… o no me quieras!





Dulce María Loynaz



Andaluz (de Luis Antonio de Villena)

 

Luis Antonio de Villena




No me di cuenta al principio,
me fijé después porque le hablabas.
Y se iba y volvía, llevando cosas,
sonriéndote, con gracia desusada...
Vi entonces sus bellos ojos negros,
sobre la piel oscura, y la sonrisa,
que mostraba los dientes como flores blancas.
Y empecé a pensar: ¡Qué dulce aquello...!
Y daba vueltas por ese cuerpo justo,
oscuro, fino y joven: como silvestres cañas.
Y oía la voz al responderte, alada,
cantarina, inconsciente en su magia.
Después, ya abajo, en la soleada plaza,
pensé en los garzos ojos negros, y me vi
enamorado de un acento del sur:
Vivo, grácil, musical. Igual que quien hablaba.

 

Luis Antonio de Villena

 


Cuando llegues a amar (de Rubén Darío)

 

Rubén Darío


Cuando llegues a amar, si no has amado,
sabrás que en este mundo
es el dolor más grande y más profundo
ser a un tiempo feliz y desgraciado.

Corolario: el amor es un abismo
de luz y sombra, poesía y prosa,
y en donde se hace la más cara cosa
que es reír y llorar a un tiempo mismo.

Lo peor, lo más terrible,
es que vivir sin él es imposible.



Rubén Darío



Yo no soy yo (de Juan Ramón Jiménez)

 

Juan Ramón Jiménez


Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.

 

Juan Ramón Jiménez




Esta es mi casa (de Mario Benedetti)


Mario Benedetti



No cabe duda. Esta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Esta es mi casa detenida en el tiempo.

Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.

No cabe duda. Esta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.

Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.

 

 

Mario Benedetti

 



Auvers-sur-oise (de Blanca Varela)

Blanca Varela



Nadie te va a abrir la puerta. Sigue golpeando.
Insiste.
Al otro lado se oye música. No. Es la campanilla del
         teléfono.
Te equivocas.
Es un ruido de máquinas, un jadeo eléctrico, chirridos,
         latigazos.
No. Es música.
No. Alguien llora muy despacio.
No. Es un alarido agudo, una enorme, altísima lengua que
         lame el cielo pálido y vacío.
No. Es un incendio.

Todas las riquezas, todas las miserias, todos los hombres,
todas las cosas desaparecen en esa melodía ardiente.
T ú estás solo, al otro lado.
No te quieren dejar entrar.
Busca, rebusca, trepa, chilla. Es inútil.
Sé el gusanito transparente, enroscado, insignificante.
Con tus ojillos mortales dale la vuelta a la manzana, mide
           con tu vientre turbio y caliente su inexpugnable
           redondez.
Tú, gusanito, gusaboca, gusaoído, dueño de la muerte y
           de la vida.
No puedes entrar.
Dicen.



Blanca Varela




Un relámpago apenas (de Blas de Otero)


Blas de Otero



Besas como si fueras a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme

 

me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,

 

tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.

 

Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.


 

Blas de Otero



Nuevas Rosas Blancas


 



Paseo los recuerdos
por todos los instantes que me siguen
en este día extraño y luctuoso.


Paseo el corazón sin una lágrima
por el brillo del sol que hoy es tuyo,
por la estela irisada de esta unión que prosigue
más allá de la muerte.


-Como entonces
me hace falta sentir que te hago falta-


Paseo y paseo cosas impaseables
e iluminas mis días, mi presente,
mi forma de entender cada tropiezo,
mis incógnitas nuevas,
mi eterna gratitud,
la forma en que el amor me hizo fuerte.


Te acaricio las manos de madre generosa
porque sigue conmigo
la forma en que aprendí a amar la vida
en la cara y la cruz de las vivencias.


Hoy vuelvo a colocar las rosas blancas
por todos los rincones del cariño
volviéndome el florero
que alberga el sentimiento que se quedó a mi lado,


y en este nuevo julio en que sonrío
se me abre el corazón -como otra flor silvestre-
que para tu alegría

ya no sangra.




Rosario Alonso





Último brindis (Nicanor Parra)

 

Nicanor Parra


Lo queramos o no
solo tenemos tres alternativas:
el ayer, el presente y el mañana.

Y ni siquiera tres
porque como dice el filósofo
el ayer es ayer
nos pertenece solo en el recuerdo:
a la rosa que ya se deshojó
no se le puede sacar otro pétalo.

Las cartas por jugar
son solamente dos:
el presente y el día de mañana.

Y ni siquiera dos,
porque es un hecho bien establecido
que el presente no existe
sino en la medida en que se hace pasado
y ya pasó…,
como la juventud.

En resumidas cuentas
sólo nos va quedando el mañana:
yo levanto mi copa
por ese día que no llega nunca,
pero que es lo único
de lo que realmente disponemos.


Nicanor Parra




Me basta así (Ángel González)

 

Ángel González


Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-;
entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo, mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas…
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.)




Ángel González


Navegación de Cristina Peri Rossi


Cristina Peri Rossi


Navegación


En las mansas corrientes de tus manos
y en tus manos que son tormenta
en la nave divagante de tus ojos
que tienen rumbo seguro
en la redondez de tu vientre
como una esfera perpetuamente inacabada
en la morosidad de tus palabras
veloces como fieras fugitivas
en la suavidad de tu piel
ardiendo en ciudades incendiadas
en el lunar único de tu brazo
anclé la nave.
                                        Navegaríamos,
si el tiempo hubiera sido favorable.



Cristina Peri Rossi



Lluvia en el insomnio de Elena Martín Vivaldi


 Elena Martín Vivaldi



LA LLUVÍA EN EL INSOMNIO

A Antonio Carvajal


Llueves, la noche, llueves reclamando
mi atención, la mirada,
mi entrega a tu constante, entrañada,
                                                                      pasión.
Llueves y llueves, lluvia de la noche,
lluvia que te proclamas vencedora
de la estrella más alta,
que pregonas, abates el silencio,
repitiendo tu nombre y tu destino
de palabra insaciable.
Llueves y llueves más,
cuelgas tus hilos
de un cielo recobrado
                                        en tu sombra y acento.
Llueve tu acompasado ritmo sobre el tejado,
                                                                  el árbol,
por las ramas,
                          la tierra,
en la carne,
                      en la ausencia.
Iluminas la noche y la oscureces.
Hablas y dices tu húmeda pregunta
al que insomne te espía.
Pero yo no respondo.
                                        ¿Qué me tiene
la frente dolorida, y sin espejos
donde encontrar el corredor que lleve
hasta el hondo lugar que se extiende en lo oscuro,
revelador de un sueño?
¿Por qué tu voz no es hoy
brillante azul,
                        liviana,
                                    alegre, triste,
                                                            desvelada, mía?

¿Por qué no es puente, aroma
trayéndome el asombro de tus manos?

¿Por qué me dejas sola, con mis ojos
ciegos a la verdad que tú le siembras
a corazón sencillo,
al hombre que te escucha sintiéndose más tierra,
más árbol, más deseo,
                                           más rama, más raíz
                                                                                y más humano?
Déjame de tu nombre la inquietud,
guardada en el temblor de tu insistencia.
Que mañana la encuentre,
cuando el sueño
haya borrado este desasimiento,
y amanezca yo en ti,
                                                                          ya luz y llama.






Elena Martín Vivaldi

Sé todos los cuentos (León Felipe)





 

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.


León Felipe


Jason de Caires Taylor: Esculturas submarinas


Jason deCaires





Uno de los más curiosos desarrollos del arte del siglo XXI, probablemente sean las esculturas submarinas de Jason deCaires Taylor (1974). Las ideas de este escultor inglés son descendientes de escultores tales como Christo, Richard Long y Claes Oldenburg, que influyeron en su percepción del arte. Todos ellos se especializan, en efecto, en esculturas o representaciones que jueguen con el espacio abierto, la naturaleza y el medio ambiente como parte integral de la obra. De esta manera, Jason deCaires Taylor decidió realizar sus esculturas submarinas, como una proyección de dicha obra. Como el propio artista expresó a la revista National Geographic (edición en español de enero de 2012): "¿Por qué las he creado? Para mostrar cómo puede lucir una relación simbiótica y sustentable con la naturaleza".


Las esculturas de Jason deCaires Taylor son creadas en cemento marino con pH neutro, para que no resulte dañino para el coral. El trabajo tiene mucho de operación logística: parte con el bosquejo de la obra y de la mejor manera de construir, y luego viene el proceso de transporte e instalación de la obra en su locación submarina final. El propio escultor practica buceo, lo que por supuesto fue el primer puntapié para su idea, y ahora le permite fotografiar su propia obra final: "Cuando está en su lugar, unos seis meses más tarde, la fotografío: es la parte divertida. Pero también representa un reto. El agua salada altera las formas y el clima y la luz son inconstantes".


Como el cemento de las esculturas no es agresivo para el coral, y las esculturas son hundidas en aguas tropicales, resulta obvio que éste termina por tomarse por asalto a las mismas. Parte importante del simbolismo de la obra radica aquí: en la simbiosis entre el coral y el cemento, entre la naturaleza y lo humano. A la larga, todas las esculturas terminarán irreconocibles debajo de una capa de coral. Parte de la gracia es ésa. Salvo que uno considere, con una visión más clásica, que el arte debería aspirar a ser eterno o imperecedero. Como suele suceder, es una cuestión de opiniones.


Si alguien quiere bucear para ir a tomar fotografías submarinas de las esculturas antes de ser devoradas por el coral, el lugar en cuestión es el Cancun's Underwater Museum. Lugar que puede ser visitado sólo por buzos, claro está.


































En este vídeo podéis ver la forma en que Jason deCairel realiza las esculturas y como son introducidas en el mar.